LOS DIEZ PASOS DE LA INTERCESION EFICAZ

  

Ez   22,29-30

 

1. Que tu corazón estè limpio en   presencia de Dios

2.  Ponte en paz con tus hermanos

3.  Llènate del Espìritu Santo

4.  Pide un aumento de Fe

5.  Espera en silencio confiada y pacientemente

5.  Usa la Sagrada Escritura para orientación y confirmación

6.  Resiste el desaliento en el nombre poderoso del Espíritu Santo

     o  de su Palabras.

7.  Cuando termines tu intercesión agradece al Señor

8.   Usa la Sagrada Escritura para orientación y confirmación

9.   Cuando termine tu intercesión agradece el Señor

10. Insiste en tu intercesión

 

 

ACEPTAMOS EL LLAMADO DE DIOS A ESTE MINISTERIO

Ez 22,29-30   “Los   propietarios se dedican a la violencia, cometen robos, maltratan al pobre y al indigente y le niegan sus derechos al forastero. He buscado  entre  ellos  a  un hombre  que  construyera  una muralla  y  se enfrentara conmigo sobre la almena para impedirme que destruya al país, pero no lo he hallado.

 

Encuentre a la persona para que interceda ante los demás.

Estos 10 pasos, son como diez consejos y voy a tomar cuatro de ellos para compartir   la experiencia  de   un  mèdico  famoso   Ray   Brain,  doctor   de California. Quien luego de unos estudios médicos, descubrió el poder de  la oración eficaz; con dos grupos que eran controlados por problemas cardíacos; el primer  grupo  recibió oración y por el otro grupo de pacientes que no oraban.

El grupo que  recibió oración se les  dio  nombres,  e hicieron  cadenas   de oración; dando como resultado que el 3% necesito de operación quirúrgica y los demás tuvieron mejoría. Mientras que el segundo grupo no tuvieron mejoría alguna y la mayoría fueron operados.

Esto demostró la eficacia de la oración y la contundencia que tiene la intercesión para sanar.

 

1.  Que tu corazón este limpio en presencia de Dios.

Reconocer que eres un pecador, si quieres interceder debes cargar con el pecado del hermano y si no pide perdón, yo tengo que pedir perdón por èl.

El profeta Daniel, no registra en todo el Evangelio que haya pecado. Capìtulo 9, Dice hemos pecado (no dice ellos han pecado o el ha pecado) Dan 9,5, 9,8

Si, queremos pedir por los  congresistas, por el presidente, tenmos que decir, hemos pecado, es reconocer que somos seres débiles y frágiles.

Dan   9,2, se había cumplido los 70 años, y que hace Daniel,  dice voy a pedir para reconstruir el Templo. El dijo es hora de orar, de tomar las promesas de Dios

Jn. 1,9

 

Es fácil señalar, criticar, si o no, el Intercesor tiene que tomar los pecados de los demás y hacerlos suyos, y decir, hemos pecado, lo malo a tus ojos Señor lo hemos realizado.

Al decir hemos pecado, eso como si se recibiera una llave, para abrir la puerta de su misericorida del Señor.

 

2.  Ponte en paz con tus hermanos.

Que tu corazón estè libre de todo rencor, odio, para que tu oración pueda elevarse hasta el cielo, como una flecha lanzada que se eleva.   Mt. 5, 23-24

 

3.  Renuncia a tus propias ideas, preocupaciones, deseos para  

            estar dispuesto a orar por tus hermanos.

 

Para que tenga eficacia tu oración, deja de lado tus peticiones y toma las de los demás hermanos.

Preguntar al Señor, por quièn quieres que interceda Señor?  Y el Señor te lo dirá.

 

4.  Llènate del Espìritu Santo

 

Que tu oración sea orientada en el poder del Espìritu Santo, Ven Espìritu Santo que yo me quiero levantar como intercesor y pedir al Señor de que forma quieres que interceda Señor? Y el Señor te lo darà. 

   Una oración ungida por el Espìritu Santo, se requiere un momento de intimidad y que el Señor revele sobre que debemos clamar. Eso es ser guiado por el Espìritu Santo.

 

Como decía San Juan o decía Santa Teresa como un arrobamiento, que te trasladas a otro lugar, como una bilocación, que el Señor te traslada u otro lugar para ayudar a alguièn.

 

Intercesiòn guiada por el Espìritu Santo y no por nosotros.

Es como que uno siente una necesidad espontànea, te sopla, te guía, hacia determinada persona o país.

 

Recuerden el Señor està buscando misioneros para ir a trabajar en otros países..que no conocen a Dios.

 

Doblemos nuestras rodillas, levantemos nuestras manos al cielo para ayudar a otros países que no conocen a Dios.

 

5.  Pide un aumento de fe.

 

Recordemos que sin fe es imposible agradar a Dios. No pierdas la confianza en lo que estàs pidiendo, la fe debe estar apoyada en la promesas de nuestro Señor Jesucristo, pero mas debe estar puesta en el Señor mismo que emana las promesas.

Amèn , demos un aplauso al Señor.

 

6.  Resiste el desaliento en el nombre poderoso del Espìritu

            Santo  o de su palabra

Estar comprometido/a con El Señor, el enemigo  lo atacarà con el desaliento. Desenmascara al enemigo, conquista al Señor con las armas que el enemigo te tiene cautivo,  con su espada del Señor rescata las almas que las tiene presas.

 

7.  Espera en silencio, confiada y pacientemente.

 

Ahí entramos en la intercesión combinada con la contemplación. Yo voy a tener, a ver como mi  intercesión  puesta  en  el  corazón de Jesùs, y ahí visualizo que se va a dar, que se va a realizar, que se està gestando y va a nacer el milagro.

Mirar como tu amigo rompe las botellas y se desata del alcoholismo, viendo como es libre. Ore con poder, con fe.

 

8.  Usa las Sagradas Escrituras para orientación y confirmación.

 

Usar los Salmos y las lecturas Bìblicas que me hablan de promesas.

“Por sus llagas hemos sido sanados, poner las manos de Jesùs resucitado que coloca sus manos en el estomago del hermano, la luz de Jesùs està sanando esa ùlcera y veo que queda sano.

Pobrecito el hermano/a visualizarla a esa persona triste, ahora la veo feliz, alegre, llena de gozo.

 

9.  Termina tu intercesión, agradece al Señor.

 

Decir gracias Señor, porque estàs  sanando  a  ese  hermano, hay necesidad de alabar por aquello que parece absurdo….que parece absurdo, en otras palabras, cada vez que yo  alabo al Señor, tu le estàs diciendo yo te autorizo que tu te metas en ese asunto.

El intercesor debe tener alabanza, hay que alabar por algo que parece absurdo, imposible, irreversible.

 

10.  Insiste en tu intercesión

 

Subràyalo, entre comillas, en paréntesis.

La razón que no alcanzan intercesión es que no insistimos, se tiene que insistir en su petición.

 

Daniel 10,3

El intercesor tiene que humillarse ante el Señor, quiere decir que sin su Señor nada es. Reconocer que dependemos totalmente de Dios.

“Desde el primer momento que orè yo te escuchè, por  eso hay que seguir orando, aunque pase el tiempo, ya que Dios  no es como un café instantáneo.

Santa Mònica, orò como 25 años por Agustin su hijo; se levantò una gran santa y nació un santo: San Agustin. Cuando  tu  has  clamado por una promesa, por su llagas hemos sidos sanados, hay gozo en el Señor Jesucristo, Dios quiere bendiciones para sus hijos,  que  no suframos, quiere lo mejor para nosotros.

Estoy orando y no llega la promesa, pìdele al Señor humildemente, Señor que es lo que pasa,  Señor revelàmelo.  Humillarse  ante el Señor, es decir que dependo de El

 

Ef. 6,12, recordemos que hay también una jerarquía angèlica de las tinieblas, principados, potestades y dominaciones……..viene a fastidiar países, naciones o congregaciones.

A un ebrio tirado en el suelo, el enemigo, ni lo mira, ni se preocupa por el, pasa de largo, pero en cambio a uno que està con Dios, que està en el camino de Jesùs, a ese si le atacarà.

 

Tu familia, tu hijo ha estado siendo sarandeada, pìdele al Señor que revele que està pasando?...

Porque no estoy alcanzando Señor la promesa y EL te lo dirà.

A tu hijo puede oponerse un demonio o una huested; arrebátale bendiciones al Señor, sigue orando aunque sean por varios años y se cumplirá, quizás mueras pero el milagro se cumplirá.

 

Salmo 88 (87) 2-11 “Señor mi Dios, te clamo dìa y noche me quejo en tu presencia. Que hasta ti llegue mi oración presta atención a mi clamor. Pues de pruebas mi alma està saturada y mi vida està al borde del abismo.

 

Salmo 47

Salmo 81 (80), 8 “ En la angustia gritaste y te salvè, te respondì en el secreto de la nube te puse a prueba en las aguas del Meribà.

 

 

ministerio de interseción

 

Dirigir pedidos a Dios  

En las religiones primitivas, el motivo principal que moviliza al hombre a orar parece ser la necesidad. Oprimido bajo el peso de diversos males el hombre se esfuerza por despertar la atención de la divinidad con invocaciones y con el ofrecimiento de dones. De aquí se derivan expresiones comunes como : “¡Escucha! ¡Ten piedad! ¡Recíbenos! ¡Nosotros te ofrecemos, recíbenos con benevolencia!. Las conocemos en la Biblia y en toda la tradición cristiana. El motivo primario de la oración es siempre el mismo y conserva toda su fuerza.

Los Padres y en general, los autores cristianos admiten esta situación: el sentimiento de nuestra miseria nos lleva a buscar protección en Dios. Escribe San Juan Crisóstomo: “¿Dices que tu no tienes necesidad de rezar? Lo necesitas justamente porque crees no necesitarlo. Evagrio Póntico da esta definición: de la oración: “un coloquio del intelecto con Dios, unido a súplicas para implorar el socorro en la ora de la lucha y acciones de gracias en la esperanza”.

El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso "luchar en la oración" (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia El.(Cat. 2629)

El Nuevo Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación, frecuentes en el Antiguo. En adelante, en Cristo resucitado, la oración de la Iglesia es sostenida por la esperanza, aunque todavía estemos en la espera y tengamos que convertirnos cada día. La petición cristiana brota de otras profundidades, de lo que S. Pablo llama el gemido: el de la creación "que sufre dolores de parto" (Rm 8, 22), el nuestro también en la espera "del rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza" (Rm 8, 23-24), y, por último, los "gemidos inefables" del propio Espíritu Santo que "viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene" (Rm 8, 26).(Cat. 2630).

 

El grupo intercede

 

Cada uno de nosotros, todo el grupo, está llamado a interceder, pero hay hermanos a los que Dios mismo ha constituido centinelas, a los cuales les ha dado un carisma particular de intercesión a beneficio de los hermanos y que, por lo tanto, gozan de un favor especial por parte de Dios.

Estos son los hermanos que normalmente forman parte del grupo de intercesión por determinadas necesidades (situaciones de sufrimiento) personales.

La oración de intercesión es uno de los tipos característicos de la oración cristiana.

Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica que la intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. El es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular (cf Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1 Tm 2. 5-8). Es capaz de "salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor" (Hb 7, 25). El propio Espíritu Santo "intercede por nosotros... y su intercesión a favor de los santos es según Dios" (Rm 8, 26-27).(2634)

Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca "no su propio interés sino el de los demás" (Flp 2, 4), hasta rogar por los que le hacen mal (recuérdese a Esteban rogando por sus verdugos, como Jesús: cf Hch 7, 60; Lc 23, 28. 34).(2635)

Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación (cf Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2 Co 9, 14). El Apóstol Pablo les hace participar así en su ministerio del Evangelio (cf Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1 Ts 5, 25); él intercede también por ellas (cf 2 Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: "por todos los hombres, por todos los constituídos en autoridad" (1 Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (cf Rm 10, 1).(2636)

 

¿Dónde?

 

El intercesor no tiene necesidad de lugares particulares para rezar. Puede orar en el secreto de su habitación, puede orar en la Iglesia frente a la Eucaristía, puede orar reuniéndose junto con otros.

La oración hecha con otros (en este caso hecha con los otros hermanos del ministerio) nos ayuda, nos sostiene y tiene una potencia particular sobre Dios por el motivo de que Jesús está particularmente presente. Él dijo: “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre Yo estoy en medio de ellos”. Este orar juntos no tiene que ver necesariamente con estar reunidos en un mismo lugar sino, sobre todo, establecer con los otros una comunión más intensa y ponerse de acuerdo a cerca de intenciones precisas por las cuales se intercede.

Los hermanos del ministerio, con la finalidad de reforzar mucho más su comunión espiritual y con el fin de compartir su realidad ministerial, se deberían encontrar periódicamente con iniciativas del coordinador del ministerio.

La oración de intercesión requiere algunas condiciones espirituales esenciales: la fe (confianza), la perseverancia, el perdón, la asistencia del Espíritu Santo.

Debemos orar a Dios por cualquier problema, no solamente por algunos. Podemos tener la tentación de limitarnos a las cosas espirituales, pero tenemos que aprender a dejar entrar a Dios en todos los aspectos de nuestra vida: “No se angustien por nada, sino que en toda necesidad manifiesten a Dios sus necesidades, con oraciones, súplicas y acciones de gracias” (Fil 4,6).

Jesús nos asegura que la respuesta de Dios es segura frente a la oración llena de fe: “Todo lo que pidan con fe en la oración lo obtendrán” (Mt 21,22).

Sin embargo, parece que a veces Dios no nos quiere escuchar. En realidad ciertas cruces, de un modo que no estamos en grado de comprender, son necesarias para nuestro bien, para nuestra sanación más profunda, para nuestra conversión, para nuestra salvación o para la salvación de otros.

Nuestra tarea es orar siempre y con perseverancia convencidos del amor que Dios nos tiene.

La perseverancia es la concreción de la fe, de la esperanza y del amor. De la fe porque, si somos constantes en la oración, generalmente, quiere decir que creemos que Dios puede escucharnos. De esperanza porque sólo perseveramos tenazmente en la oración si esperamos que Dios nos responda. De amor porque solamente el amor nos da la fuerza de ser constantes.

Su misericordia se derrama sobre el que es misericordioso con los propios hermanos.

El ejercicio del perdón y de la misericordia con todos puede encontrar un momento privilegiado durante los encuentros del ministerio. “Cuando oren, si tienen algo contra alguno, perdonen” (Mc 11,25).

Es el Espíritu Santo el que nos da la fuerza carismática de la oración de intercesión. Es Él que ora con nosotros y en nosotros incluso cuando nuestra oración, aunque estemos abandonados en Dios, se vuelve incierta y no sabe qué pedir: “Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.”(Rm 8,26-27).

 

 

¿Qué debemos pedir?

La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la misión de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad apostólica (cf Hch 6, 6; 13, 3). Es la oración de Pablo, el Apóstol por excelencia, que nos revela cómo la solicitud divina por todas las Iglesias debe animar la oración cristiana (cf Rm 10, 1; Ef 1, 16-23; Flp 1, 9-11; Col 1, 3-6; 4, 3-4. 12). Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.(Cat 2632)

 

Cuando se participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad pueda convertirse en objeto de petición. Cristo, que ha asumido todo para rescatar todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en su Nombre (cf Jn 14, 13). Con esta seguridad, Santiago (cf St 1, 5-8) y Pablo nos exhortan a orar en toda ocasión (cf Ef 5, 20; Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1 Ts 5, 17-18).(Cat. 2633).

 

¿Dios escucha nuestra oración?

 

En toda la vida de oración aparece un gran problema, no en el plano teórico sino en el de la vida: ¿por qué nuestras oraciones no son siempre escuchadas? El Evangelio dice claramente : “Todo lo que pidan con fe en la oración lo obtendrán” (Mt 21,22).

En el contexto en el que fueron pronunciadas estas palabras, se comprende, sin dudas que el acento está colocado más sobre la “fe” que en “aquello que pidan”. La mentalidad hebrea ha sido calificada de objetivista: se interesa mucho más en el hombre que ora y en sus disposiciones que en el objeto del pedido. El ciego del Evangelio dice expresamente que Dios no escucha a los pecadores (Jn 9,31). Los documentos del tiempo judeocristiano están marcados por esta actitud. Parecen más preocupados por indicar las condiciones interiores de la oración que el contenido.

Por el contrario, en el contexto griego se manifiesta una tendencia “objetiva”. Para ellos la pregunta es entonces: ¿Cuál es la oración que puede ser escuchada y cuál la que no lo será? Podemos orar por todo aquello que es bueno, concretamente, dice Casiano, por aquello que está contenido en el “Padre Nuestro”. La petición de un mal o de una cosa pecaminosa está prohibida ofende a Dios.

Pero en las dos actitudes, la cuestión queda resuelta solamente en sus líneas generales. En cierto sentido, desde el momento que el hombre es pecador, ¿ninguno se puede dirigir a Dios? Y en cuanto a las cosas pecaminosas surge la duda con respecto a lo que está situado en el límite entre el bien y el mal, sobre todo porque nuestro juicio se encuentra oscurecido por la ignorancia. Tendríamos que sacar la conclusión, como lo hace San Clemente de Alejandría, que solamente la oración del “gnóstico” (el iluminado), puede ser escuchada.

Orígenes, aunque sigue la misma línea, afronta la cuestión de un modo más justo teológicamente. Él subraya que nos encontramos delante de un misterio que no es accesible sino al Espíritu Santo, porque solamente la voz del Espíritu lega hasta Dios. La buena voluntad humana que expresa sus deseos no llega siempre a colocarse en armonía con el Espíritu; permanece ignorante con respecto a las verdaderas intenciones de la economía de la salvación, “porque ni siquiera sabemos pedir lo que nos conviene” (Rm 8,26) y por esto “el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad”. Esto se realiza del siguiente modo: nosotros rezamos, pero el Espíritu “interviene”; su voz es más fuerte que la nuestra, que está inspirada por la ignorancia. De este modo, nuestra oración siempre es escuchada, pero según la voz del Espíritu (que es también la nuestra, porque el Espíritu forma parte de nuestro yo).

El principio general que guía la formulación de las peticiones es el que rige toda palabra y acción cristiana: se necesita “sintonizar” con el Espíritu, o, con el Hijo, porque el Verbo, dice Orígenes, está presente en nuestras oraciones como Pontífice, Intercesor y Mediador de nuestros ofrecimientos al Padre. Cuando las personas se ponen de acuerdo, el aspecto objetivo y subjetivo coinciden fácilmente.

El mismo principio lo encontramos en el lenguaje bíblico, cuando se nos exhorta a una oración llena de fe (Mt 21,21). Esto significa mucho más que una “confianza” psicológica. Aquellos que “creen” siguen sinceramente a Jesús en las acciones y en el pensamiento; han recibido el mismo Espíritu que los discípulos de Jesús (Hech 11,17).

Cuando Casiano se ocupa de este problema, se interesa por observar: “Tengo que decir lo que me ha revelado la experiencia acerca de los signos por medio de los cuales se reconoce que una oración es escuchada por el Señor”. Tiene que estar “llena de fe”. Él interpreta esta fe sobre todo en sentido de “confianza”: “si ninguna duda ha atravesado nuestra oración”. Para no quedarnos en un nivel meramente psicológico, él muestra con la autoridad del abad Germano, que “esta confianza... viene de la conciencia pura; pero nosotros, agrega, que sentimos todavía en nuestro corazón la dolorosa espina del pecado, ¿cómo podemos tenerla?... ¿qué méritos nos podrían autorizar a presumir que nuestras oraciones serán escuchadas?

La insistencia sobre la fe en la oración se lee en todas las páginas del diario espiritual de un taumaturgo ruso reciente, Juan de Kronstadt. “Recuerda que cuando oras, Dios espera que respondas afirmativamente a la pregunta que te hace interiormente: “¿Tú crees que yo puedo hacer esto? (Mt 9,28). A esta pregunta le debes responder desde lo profundo del corazón: “¡Sí, Señor!”. “El corazón que duda que Dios le pueda conceder lo que pide, recibe el propio castigo: queda atravesado por la duda. Que ni siquiera la sombra de una duda llegue a irritar a Dios omnipotente, sobre todo de parte tuya, que ya has experimentado muchas veces la omnipotencia de Dios”. “Mucha gente ha perdido la fe o porque ha perdido completamente el espíritu de oración, o porque no lo ha tenido nunca y continúa sin tenerlo; en definitiva, porque no ora”.

A los textos que exhortan a orar con fe es necesario agregar aquellos en los que Jesús enseña a sus discípulos a orar en su nombre: “Todo lo que pidan en mi nombre Yo lo haré” (Jn14,13; 15,16; 16,23). Conviene estudiar estos textos en el contexto del discurso de la última cena. Concluyendo la alegoría de la viña (15,1ss), Jesús confía a los suyos una consigna esencial: el amor mutuo, como expresión del amor del Hijo por el Padre (15,10) y del Padre por el Hijo (17,23). La permanencia en la Palabra de Cristo (15,7) es la condición para ser escuchados en la propia petición.

No se trata de un poder ligado al nombre, como sucede en la magia. El cristiano que ora en nombre del Señor Jesucristo toma conciencia de su presencia benévola junto a él y en él: de este modo su oración se hace en la confianza más perfecta.  

Es importante, finalmente, que el ministerio de intercesión tenga un coordinador que recoja las intenciones de oración y las confíe, según su discernimiento, a algunas personas del ministerio.